Cielo nublado, extrañamente gris, con temperaturas que dan un respiro en un abril largo y tórrido. La carretera es nuestra en esta mañana de sábado donde media humanidad parece estar abarrotando los hipermercados.
Nuestro destino es Écija, ciudad que nos anuncia su genuina belleza desde sus altas torres de mágicas veletas. Blancos, ocres y burdeos. Estatuas de cíclopes diversos anuncian nuestra llegada rotonda tras rotonda. El fénix de los ingenios nos obliga a girar hacia la izquierda. Buscamos el aparcamiento público en la misma plaza de España, también conocida como Salón.
Subimos al corazón de la ciudad. Puntualidad por exceso, llegamos media hora antes, tiempo de descubrir a mi amiga Paloma disfrazada de época imprecisa en un remoto lugar: once upon a time … an English tale. Y Cenicienta fue feliz sin casarse, ¡qué puñetas!, y puede que mandase a paseo al príncipe si no le ofreciese la luna los días pares y una posición nueva los impares, porque si no, casarse es una pérdida de tiempo y energías.
Y allí que las conocimos a todas, ellas, camiseta negra con grafía Galatea. Recogen tenderetes de libros, ilusión iluminada. Y la felicidad captada de comprobar cómo se disfruta creyendo en una idea, porque si encontrar un rincón de paz es difícil, que éste encima sea lector, es un bellísimo milagro.
Luego, Paloma hizo de anfitriona y nos explicó los entresijos de su ciudad y monumentos: quejas hacia una restauración poco afortunada de la Plaza de España, y vueltas perdidos entre belleza barroca oculta y poco promocionada –por muy difícil que pueda ser ocultar el Barroco: hay que venderse mejor, astigitanos-.
A continuación la hospitalidad de la gran familia galatea: almuerzo en un club social palacio del buen y sencillo yantar, y una sobremesa amigable, tanto que llegamos tarde al objeto de nuestra visita, que era la invitación para pronunciar una conferencia sobre lectura en unas jornadas para mayores.
Y allí que desplegamos toda nuestra artillería entre mayores humildes a los que conseguimos incluso dejasen sus asientos para leer poesías. Objetivo cumplido, nervios fuera, fin de fiesta entre sofisticados gintonics.
Pues qué quieren ustedes que les diga: a veces me apetece contar la magia de lo cotidiano, cómo en un día de nervios por el reto de dar una conferencia ante un auditorio formado por personas que disfrutan del dominio de su tiempo, puedes acertar en tu discurso gracias al acompañamiento visual de las imágenes seleccionadas por Paloma. Y lo que es mucho mejor: la nostalgia de lo reciente, recordar con pena la brevedad del encuentro, cómo la familia de Galateas y asociados nos hizo sentir muy bien en Écija pasando un rato entre amigos. Gracias por vuestra hospitalidad, Lola, Bosco, Marián, José Antonio, Paloma. Y suerte y salud a todas las galateas y galateos del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario