jueves, 14 de abril de 2011

ATRAPADO. FOTO Y RELATO. 12

Cómo mantener la calma cuando todo a tu alrededor es hostil. Difícil serenarte cuando visitas al médico, abres la puerta del ascensor  y sale un individuo fumando, le recriminas por hacerlo y te contesta que eres un imbécil, que esa es su casa. Resulta muy duro trabajar ante la hostilidad de algunos compañeros que con su actitud, indiferencia o gélidas respuestas quieren competir consigo mismos al no soportarlos – o soportarlas- sus parejas. Cómo esquivar la zancadilla constante. Cómo conseguir motivarte en tu difícil trabajo de educador en un colegio al ver a dos madres en la puerta de salida dando un azote al niño rival de su hijo porque este ha pegado previamente a su vástago. Qué hacer ante una inspección educativa que jamás ha cogido una tiza y minusvalora tu trabajo sin conocimiento de causa.

            Qué hacer cuando debes apartarte de un paso de peatones porque una moto quiere circular por la acera. Cómo serenarte ante el desprecio e ironía de una panda de niñatos que creen comerse el mundo antes de que este los haya fagocitado sin haberse siquiera enterado.  Cómo buscar algo de relajo en una televisión pública o privada, con anuncios o sin ellos ante seriales de basura hipnótica o explotación de vísceras.

            Cómo sobrevivir cada mañana al afeitado tras la ducha escuchando cualquier emisora de radio que transforma una noticia en editorial capcioso de media hora a favor o en contra del gobierno según quien pague la cadena. Qué hacemos si no somos capaces de reaccionar ante tanta injusticia en el día a día: cómo cambian los envases de los productos para engañarnos.

            Hay días en que uno acaba sintiéndose como una salamanquesa atrapada dentro de la luz de un semáforo, aturdida a cada minuto en que cambia la luz verde. Ni siquiera vale buscar caminos no transitados, direcciones prohibidas caducas. La respuesta solo está muy adentro: paz interior mientras todo en derredor es caos. No maduramos, solo envejecemos. Busquemos esa receta desde nuestras tripas, aquello que nos permita seguir de pie frente a tanto absurdo, cada cual, con  las suyas.



            Yo, en estos momentos tontos recurro a la salvación por el arte: releer a Julio Cortázar, rebuscar cualquier disco olvidado de Hilario Camacho,  la paz del piano de Bill Evans, o un alocado grito en bicicleta  bien lejos en un camino rural solo, las cabras y tú. Y al llegar la noche subir a una azotea donde las luces de sodio no contaminen la visión de las estrellas, guiños de vida universal que te muestran lo mijita que eres en un universo tan maravillosamente imperfecto y caótico, y que merece beberse a sorbos amargos o melosos, aunque te queme la garganta.

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