domingo, 24 de abril de 2011

CRÓNICAS DE MEDIA SEMANA SANTA: DOMINGO DE RAMOS. FOTO Y RELATO. 15

            Año Nuevo Sevillano. Estrenos.  Mañana de nervios. Todo vuelve a empezar. Ciclo que se repite del mismo modo año tras año, pero siempre distinto y perfectamente estudiado. Cada uno en su sevillanía ocupa su lugar en este magno teatro. Hay que arreglarse, sacar lo mejor de uno mismo. Los varones cofrades, clásico traje azul de capillita, ellas, último modelo primaveral. Hasta en la bendita edad de la adolescencia se produce el milagro: chicos y chicas desgarbados que el resto del año cuelgan pantalones o enseñan ombligo, este día se disfrazan de adultos por voluntad propia compartiendo piercing y crestas con trajes y corbatas. Y recuerdos de otros estrenos. Mis quince años, cuarenta adolescentes cogidos de la mano formando una cofradía paralela aprendiendo a esquivar bullas por la carrera. Porque esta también es la Semana Santa: un marco para relacionarse desde que empezamos a aprender a vivir. Primeros amores, besos entre incienso, una exaltación de los sentidos que nos hace caer rendidos ante el cúmulo de sensaciones que abarrotan nuestros jóvenes sentidos: el olor a cera, la marcha, flores, terciopelo, chicotá larga, buscar al amigo que sale en tercer tramo.

            Y luego, ver a tu hija estrenando todo y emocionarte porque no se puede ir más guapa. Consejos en su primera salida con sus amigas, y unos tacones que luego habrá que cambiar con urgencia.  Copa a mediodía con los amigos, los padres de las amigas de mi hija, una amistad que se hereda de hijos a padres. Más tarde, almuerzo en familia en el bar que pudo ser, y donde hubo suerte, veladores a la sombra y buen precio. Despedidas, más consejos a nuestra hija, recuerdos de llamadas, cara de paciencia y preocupación paterna.

            Cae la tarde, se siguen repitiendo los ritos: vemos el primer nazareno de la Semana Santa, este año ha sido de La Cena. Un año más se produce otro descubrimiento: la salida de San Roque, cofradía popular todo esplendor, ciriales dorados y un paso de Cristo con un Jesús humilde mirando hacia el suelo y ayudado por un cirineo a llevar su cruz. Un solo de corneta en una mecida acompasada, el sol reflejado en la túnica del Señor, la cofradía vecina y hermana de Los negritos espera, ofrenda, vuelta hacia atrás en un caminar esplendoroso en una tarde donde no cabe más sol ni más luz. Luego Gracia y Esperanza saliendo con dificultad de su iglesia. Fuera suena Rocío, piel erizada.     

            Tarde en las sillas, saludos a los parroquianos. Reencuentro breve: pasa la cofradía de La Paz, el Cristo de La Cena. Nos esperan emociones intensas. Dejamos las sillas y vamos a buscar por la calle Feria al Silencio Blanco: Amargura. Nos situamos en la calle Conde de Torrejón. Ya avanza la cruz de guía hacia nosotros.
Desde los balcones una madre intenta explicar a su hijo pequeño cómo el Señor del Silencio puede caber en ese giro imposible mientras una turista residente escéptica no oculta su cara de pasmo ante el conjunto. La gente se calla, todos contemplamos atónitos su paso: mecidas justas, acompasadas, belleza sobria que encoge el alma. Y luego San Juan a la izquierda de la Virgen de la Amargura: sones de Virgen del Valle. Hasta el respirar molesta. La vemos irse, y quisiéramos seguirla. La belleza se nos escapa, abrimos todos nuestros sentidos, no creemos lo que vemos y sentimos. La Semana Santa solo acaba de comenzar.


























No hay comentarios:

Publicar un comentario