miércoles, 2 de marzo de 2011

LA VENTANA AZUL DESDE COLOMBIA



            Mi buen amigo Germán Borda, músico y novelista, exquisito en ambas artes, me ha enviado un correo desde Colombia. Recuerdo la lectura y presentación de dos de sus  novelas que hice en la embajada de Colombia ante la cónsul y parte de la llamada buena sociedad sevillana (La maraña de la manigua, nueva crónica de Indias, y El enigma de Dreida, viaje iniciático hacia la cultura occidental emprendido por Borges y sus secuaces). Con su permiso, reproduzco parte de su misiva. Gracias por tus palabras sobre La ventana azul, y por encima de todo, por tu amistad:

            La temática de tu obra me parece muy atrayente para las personas de cierta edad como la mía. Quienes recorremos el último trecho. Con la gran incógnita. ¿Cómo será la muerte? ¿Dónde pasaré esos últimos años? ¿En qué condiciones? Un halo de pánico es inevitable. Pero ese tipo de pensamientos para los jóvenes resulta, no solo inexistente, sino algo que ubican en un futuro muy distante. Y lo peor, no desean plantearse ese tipo de problemática. Por eso me parece muy valerosa tu actitud, a tu edad, de asumir el reto.

            Nuestros países, con la globalización, al inscribirse en el desarrollo se han visto obligados a suspender comportamientos y actitudes añejas. Por ejemplo, el cuidar a sus viejos, a sus ancianos. A sus viudas, a las solteronas, dispuestas para siempre a “vestir santos”. Los protagonistas de tu “ventana” padecen ese flagelo de ingreso en el primer mundo. Por lo mismo, al verse impelida a vivir en un asilo, rodeada de seres extraños, abandonada de su familia. Todas sus desgracias, que no son pocas, se suman a esa situación.

            Esta temática no es ajena a mi obra. En cuento “La Abuela”; en una novela, “El Viejo Amor” encaro situaciones de la mayor edad. Terribles, de soledad, melancolía, angustia, ocurrencias bien definida en tu obra. Descritas, con profundidad y análisis certero.

            En una de las intervenciones, insistí, el escritor es un actor de todos los papeles de la obra. Pasa del carnicero implacable, la bella doncella, o al capataz burdo y desalmado. La dama de sociedad, y la camarera sencilla. El caballero de clubes, al chófer de camión. Ese introducirse del carácter de cada cual, es muy complejo. Lograrlo, es el mejor resultado del escritor. Ya lo dijo Flauvert, Madame Bovary, cet moi. Por eso alabo la capacidad de pensar y raciocinar, lucubrar y dialogar internamente, de tu protagonista. La capacidad –gran logro tuyo- de penetrar y salir de su mundo en la novela.

            El enfrentar una nueva novela implica un autoanálisis. Una comparación. El diálogo interior nos cuestiona, ¿cómo lo hubiera hecho yo? Yo observo muchos diálogos en la obra. Personalmente intento darle más peso a las descripciones, quizás encuentro que las conversaciones nos llevan a un terreno más apropiado para el teatro o el cine. Lugares donde a veces, me sentía, lanzado en la novela. Son, en tu creación, escuetos. Certeros. Precisos.

            Hay escritores que escriben pensando en el público. Otros, los más, en las ventas. Uniformarse como best sellers. Los menos, los auténticos –como tú- enfrenta temáticas y problemáticas para cuestionarse. Para enfrentarse las incógnitas del ser. De su circunstancia, como decía Ortega. Por lo anterior, te pido aceptes este comentario; con mis disculpas, pues es apenas un preámbulo, con mi felicitación y un fuerte abrazo de amistad.                                                 

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