viernes, 25 de febrero de 2011

LA FUENTE SIN LEONES. FOTO Y RELATO. 7

            Reviso fotos de mi reciente visita a Granada. Iba dispuesto a enseñarle a mi hija una joya en el interior de otra y no pude hacerlo: los leones del Patio de la Alhambra estaban aún restaurándose. Contuve mi decepción mientras emocionado comprendí que a mi hija le sucedía lo mismo. Sabía exactamente que en el centro de la plaza faltaba algo muy importante que quería contemplar al llegar a ese lugar: doce discípulos felinos de inocente e irrepetible belleza sujetando una fuente. Los había visto en su libro de Sociales. Para mitigar el desconsuelo de su mirada azul agua le prometí que regresaríamos cuando le devolvieran su alma arrebatada a este sitio. Por supuesto que aún así mereció la pena  conseguirle una silla de ruedas y pasearla por las difíciles y empinadas cuestas del lugar ante un inoportuno esguince de tobillo que casi nos hizo quedarnos en tierra.

            Toda obra es reflejo de un tiempo y su cultura. Por ello, el grado de sofisticación que alcanzó la civilización que construyó la Alhambra no tuvo igual en la bárbara Europa de su tiempo. Con mucha facilidad olvidamos quiénes fuimos y qué somos, como consecuencia de una bendita y siempre bienvenida mezcolanza de culturas, capas y posos.

            Un buen día decidimos que ser europeos es nuestro horizonte. Al final, todo queda en sentirnos más próximos a un sueco que a un marroquí.  Descubrimos que estar en Europa solo ha consistido en tener una moneda única y aceptar la soberanía compartida con Alemania. Encima, leyendo el periódico estos días donde el noble pueblo árabe se ha levantado harto de aguantar a tantos tiranos, nos permitimos dar lecciones de democracia a toro pasado y versión light, lo mismo que hizo nuestro sabio continente con Bosnia. 

            En Túnez y Egipto se ha elaborado sin tardanza un discurso común y coherente: son pueblos que  no tienen más  que cultura,  y en el caso de Egipto, milenios de historia y mucho turismo basado en una simple figura geométrica perfectamente estudiada en Matemáticas. Aquí no hay problema en pedir una transición democrática, pese a los miedos que el simplismo pueda ocasionarnos, porque dudo mucho que el clamor extendido en estos países por la juventud como base de las revoluciones propagadas por internet, solo sirva para la resurrección del coco integrista.

            Pero el caso de Libia es sangrante: que un fantoche como Gadafi masacre a su pueblo y reciba como única respuesta de nuestro continente que este individuo deba escuchar a su pueblo en sus deseos de cambio, es de un cinismo mayor que las extravagantes túnicas del tirano. Nos vendemos por un puñado de petróleo y gas a ciertos países como Libia, Arabia Saudí o Kuwait. Y encima quiénes somos nosotros para cuestionar las legítimas aspiraciones de democracia y libertad de ciertos pueblos sean de cultura árabe o no.   





            He tenido noticias de que el Patio de los Leones ha vuelto a recuperar su esplendor. Volveré a visitar la Alhambra, y espero que para entonces vivamos en un mundo igual de hipócrita pero con menos tiranos. La democracia no es patrimonio de Occidente.  

sábado, 19 de febrero de 2011

SEÑALES Y CARTELES. FOTO Y RELATO. 6

            Veladores de un café, una ciudad cualquiera. El acerado va formando líneas perpendiculares que se cruzan y descruzan hasta la avenida más cercana o desaparecen en el asfalto. La cucharilla gira dentro de la taza, hoy forma espuma y figuras. Y la gente pasa, se cruza, saluda, mira hacia el cielo o recuerda todas las tareas pendientes. Todos similares y distintos, cada ser con su propio ritmo en su propio universo.

            La mujer del abrigo marrón discute con su marido bien sujeto del brazo. Él, bufanda sobre el cuello a la manera antigua, grandes gafas, pequeño bigote, no dice nada. Una pareja de adolescentes ya mujeres, pantalones caídos, cazadora vaquera hasta el ombligo choca con la señora que discute. No hay perdones, mirada inquisidora. Cada uno toma direcciones opuestas.  Ellas compran entradas de cine y palomitas.

            El chico larguirucho y repeinado del puesto de palomitas a la entrada del cine las mira un momento. Ellas no, marchan  a ver su película mientras él silba una canción de moda. Es contagioso, un vendedor ambulante africano de baratijas sigue la tonada hasta que una bicicleta lo pasa rozando. El vendedor contesta pronunciando blasfemias en su idioma local. El ciclista frena obligado por una descomunal furgoneta blanca para luego desaparecer en un callejón.


            Dos operarios uniformados, extrañamente pulcros  y silenciosos, salen de la furgoneta y comienzan a descargar sillas a la puerta del bar donde me encuentro. Un motorista de la policía local irrumpe en el acerado para ordenar el cese de la descarga. Los operarios pulcros responden malhumorados alegando que están trabajando. Las líneas perpendiculares del acerado siguen cortándose y tomando caminos distintos sobre un trazo geométrico regular y monótono.

            Entre tantas vidas  que van y vienen, seres que se cruzan y descruzan ignorando la existencia del vecino, un numeroso grupo de niños que acaba de conocerse   juega a la pelota en una plazoleta vecina mientras sus padres toman café en mesas distintas y equidistantes. Ropajes diversos, punto inglés, chándal, todos se divierten bulliciosos.

            Acabo el café, giro en mi intersección buscando la ruta hacia mi vida. Sobre el acerado, una señal de sentido obligatorio caída en el suelo  que no juzgo ni absurda. Naranjos cuajados, grúas que anuncian la resurrección del ladrillo.

            Alguien abre un portal. Curioso, entro a contemplar el hermoso patio de un bloque de pisos moderno y carente de vida: preside un cartel prohibiendo toda clase de juegos. Recuerdo a los niños de la plazoleta. Pues seamos coherentes: que nadie nos moleste en nuestras rutas. Sigamos cruzándonos sin rozarnos, vivamos cada uno en nuestra burbuja y prohibamos directamente a los niños. O bien recuperemos aquello que perdimos en nuestra infancia, comencemos de cero y juguemos con alegría a rozarnos y convivir molestándonos.






domingo, 13 de febrero de 2011

AL FINAL DEL TÚNEL. FOTO Y RELATO. 5





            Otra esplendorosa mañana de febrero. Sábado, cielo azul y temperatura ideal para armarse de valor y ganas. Voy a la Vía Verde de la Sierra.  Se trata de treinta y seis kilómetros de recorrido atravesando paisajes espectaculares como los inicios del río Guadalete, o la peña de Zaframagón. Estamos entre las provincias de Sevilla y Cádiz. En tiempos de Primo de Rivera se quiso construir un ferrocarril que sirviera para dar vida a la comarca. El proyecto nunca se concluyó, y de tan faraónico propósito solo quedan cerca de treinta túneles que atraviesan paisajes entre olivos, peñas desgajadas, y ríos que fluyen paralelos a nuestro sendero.

            Dejando a un lado la pereza, relleno la mochila de vituallas, saco del trastero la bicicleta, la cargo con dificultad entre el maletero y los asientos traseros del coche, y pongo rumbo a Puerto Serrano con la intención de recorrer toda la vía verde en los dos sentidos. La preparación psicológica es importante, así que  la necesaria tranquilidad de espíritu que evite posibles pájaras la encuentro con mozarterapia. Mientras conduzco, me relajo y convenzo de mis posibilidades escuchando al músico austriaco; no hay nada más amable para alegrar el ánimo que cualquier obra de Mozart, excepción hecha del Réquiem por razones obvias.

            Llegada a destino, comenzamos a rodar, superamos los difíciles principios con desniveles en bajada para romperse la crisma o gastar zapatillas de freno. Y luego, a disfrutar perdido entre naturaleza. Atravesamos un túnel tas otro sin detenernos en ninguno, y esquivando algunos caballos que se guarecen a la sombra.

            Tres horas empleamos en llegar a Olvera. Con  una débil pendiente hacia abajo, el regreso es mucho más cómodo. Me recreo con reflexiones sobre la actual situación económica del mundo, incluso descanso cerca de un tajo  donde otro rebaño de cabras pasa a mi lado. Vuelvo a parar ante la imposibilidad de no ser embestido por estos animalillos. Dos descarados perros pastores de raza labrador se hacen cargo del bocadillo de jamón para la merienda. El pastor los llama, y ellos solo acuden ante la última migaja del bocadillo.

            Me encuentro con una familia de senderistas que  atraviesa a pie uno de los interminables túneles del recorrido.
             - ¿Qué habrá al otro lado?- pregunta la madre-  Y el hijo contesta  habiendo alcanzado ya la salida:
            -¡Mamá, papá, son buitres!
            En efecto, ya se divisa desde lejos la majestuosa y siniestra silueta de la peña de Zaframagón, una de las reservas europeas de buitres leonados que con su inquietante planeo acechan ser alimentados con reses muertas. Allá que una veintena de buitres vuelan en círculo ante nuestra presencia.

            La metáfora está servida: salimos de la crisis, ¿y qué nos espera al final del túnel?: solo buitres deseando alimentarse con nuestro cadáver. Dos años más tardaremos en jubilarnos, y revisables según nuestra expectativa de vida, despidos a la carta con la excusa de la crisis, pérdidas de cualquier derecho adquirido por los trabajadores, y mucho miedo  siquiera a soplarles a los causantes de la situación –los de siempre-. Mientras hay vida, hay esperanza: no dejemos que nos conviertan en carroña. Los buitres están a la salida del túnel.










jueves, 10 de febrero de 2011

EN PRINCIPIO FUE ¿QUÉ?

            Al buscar los orígenes en cualquier actividad, siempre hubo un antes de todo, y nunca hay un principio de nada. Las realidades se amalgaman construyendo otras nuevas. Todo se transforma.

            Hablamos antes de la importancia que en mi obra ha tenido que durante años me dedicara a escribir diarios. Ello es cierto en relación con la novela. Pero la creación artística forma parte esencial de mí desde siempre. Ya se perdieron los primeros capítulos de un libro de aventuras que comencé con diez años y fue seriado en un viejo casete a modo de las radionovelas de antaño entre mi hermano y amigos de infancia. Se titulaba Tres mundo diferentes, y justamente llegó al tercer o cuarto capítulo. Quería ser una novela de aventuras donde unos exploradores –blancos ellos- van en busca de una civilización perdida en África que situé allá por Benin. Esta tribu tenía ancestrales contactos con otra civilización estelar procedente de un remoto planeta en una galaxia escondida.
           
            Igualmente pudo haber sido el cómic, la dorada iniciación a la lectura de mi generación. Devoraba los tebeos de antaño, desde el Tiovivo al Gran Mortadelo. Encima tenía facilidades para el dibujo, con lo que con ocho años prestaba las historietas que dibujaba a mis compañeros de clase, para disgusto de mis maestros por la distracción que ocasionaba.  La Banda de Garras Astutas eran una serie de forajidos del Lejano Oeste, todos ellos animales, capitaneados por un cocodrilo del Nilo (porque siempre iba de perfil) con una descomunal dentadura y sus cejas arqueadas. Sus secuaces, que recuerde, eran un pingüino, un rinoceronte y un pájaro volandero.
Se notaba la influencia de Félix Rodríguez de la Fuente por tanto animalito suelto, y la de Ibáñez, en el sentimiento trágico de la existencia: finales siempre infelices. Aunque los protagonistas fueran ellos, el bien siempre se tenía que imponer. Al final el sheriff Conejo daba justo castigo a La Banda de Garras Astutas, que solían acabar en la cárcel al final de cada historieta.

            ¿Cuáles son tus aficiones?, ¿recuerdas sus principios? Comparte tu prehistoria creadora con nosotros si te place. Y si no, escribe contando lo que desees sobre el tema. Con mucho gusto te enviaré la mascota de mi infancia: un Garras Astutas dedicado.